La cura

Y mucha, muchísima mala hostia, con unos pechos enormes que disparen balas explosivas del calibre 52 y un lanzallamas en el trasero. Configurarla así fue gracioso bajo el efecto de dos botellas de whisky, pero dejó de serlo cuando el cyborg solicitado se presentó en su unidad, fué el hazme reír del batallón durante semanas. Su castigó se convirtió en un ascenso al ver las habilidades de la nueva recluta en acción, quién se lo iba a decir.
En semanas, llegaron cientos de unidades, en meses, a todos los ejércitos del planeta. Ahora estaba condenado a verla en todas partes y a todas horas.